No vamos a negar que tiene cierta
ventaja ya que permite un acercamiento familiar, pero no es lo ideal por
el tema de la edad y las diferentes necesidades; un amigo no puede realizar esa
tarea, ya que el amigo no es solo un confidente si no un cómplice, aquel con el
cual disfrutar y sufrir ciertas penas características de su edad, realizar una travesura
o te cubra las espaldas si hemos hecho algo inadecuado; como consecuencia de
esto tenemos hijos inseguros y sin una forma de actuar adecuada con el tema de
la autoridad o disciplina, ya que nunca contó con una imagen que lo proteja ni
lo forme.
Los hijos desde muy temprana edad
necesitan ver una imagen superior a ellos que los guie y los proteja ya que aún
no son responsables de sus actos, a medida que van creciendo deben ver en sus
padres un ejemplo, una imagen que emular, alguien que les ponga límites y les enseñe
a tomar las decisiones adecuadas para que vayan encontrando su identidad, a diferenciar
lo correcto de lo que no es correcto.
No debemos perder la “jerarquía” que
debe existir en esta relación, si deseamos confianza amémoslos, démosles el
tiempo y dedicación necesaria, protejámoslos, guiémoslos, y demostrémosles que
siempre estaremos con ellos.
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